Sobre
las ruedas de una buseta en Santa Marta
Cuando crucé por el umbral de la puerta de la
universidad, recordé que antes debía sacar el dinero de mi cuasi bolsillo para
pagar el pasaje de vuelta a casa. Me iría en bus, como de costumbre, y quizá
vendría lleno otra vez.
Caminé
hasta la funeraria La Paz, ubicada entre la calle 22 y la carrera 15, justo en
la esquina donde los vehículos parecen perder la cabeza y no saben hacia dónde
cruzar. Es ‘la hora pico’, y la brisa caliente del mediodía acelera su
circulación por entre la muchedumbre que se aglomera presurosa en espera de una
buseta que no detecte los sobrecupos.
Sucedió
como había pensado. Subí en una grande donde, después de mí, no había lugar
siquiera para media alma más. Me disponía a extenderle la mano al ayudante para
pagarle el pasaje, pero reaccioné de pronto, y le dije:
- - No te pagaré si voy de pie.
- - Aunque vayas de pie, debes pagar- me respondió el joven muchacho con voz cómica y amable-. Son
1.400 pesos.
- - Sé que ya no son 1.200 pesos. Ahora son 1.400, y me
parece injusto el incremento del precio. Es más, me parece aún más injusto que
deba pagarte el pasaje completo cuando, paradójicamente, no me están ofreciendo
un servicio completo, un servicio de calidad… No te pagaré si voy de pie-
repetí.
Una
joven que estaba a mi lado me susurraba diciendo: “Así es. No le pagues”.
Y
bien, ciertamente ni el ayudante ni el conductor tenían culpa en aquella
situación. Ellos son los subordinados del sistema que entre todos alimentamos,
pero que, por infortunio, solo unos pocos peces gordos logran quedar
satisfechos.
“A
mí no me perjudica en nada el incremento del pasaje. Es más, yo sigo ganando lo
mismo. Pero a los usuarios sí les afecta, porque 1.400 son 1.400”, expresó
Carlos Pertuz, un conductor de bus de la empresa Rodatur.
Él sabe de qué está
hablando, pues los beneficiarios de este medio de transporte masivo se merecen
un buen servicio en concordancia con la Ley 336 del Estatuto General de
Transporte, emitido en el año 1993 y que anota en algunas líneas que “las autoridades
competentes (el alcalde y la secretaria de transporte y movilidad) exigirán y
verificarán las condiciones de seguridad, comodidad y accesibilidad requeridas
para garantizarle a los habitantes la eficiente prestación del servicio básico
y de los demás niveles que se establezcan al interior de cada Modo, dándole
prioridad a la utilización de medios de transporte masivo”.
Léase
bien: seguridad, comodidad y accesibilidad. Los consumidores asiduos del
servicio de busetas en Santa Marta tienen, no el derecho, sino la obligación de
velar por el cumplimiento de esta ley, contemplada, además, en el Decreto N°
197 por el cual se fijan las tarifas para el servicio de transporte público, presentado
por la alcaldía el 30 de julio del año en curso.
“Pero
aquí nadie hace ni dice nada. A mí una vez me tocó llamarle la atención a un
conductor porque iba demasiado rápido, por aquello de ‘La guerra del centavo’.
Y eso se entiende, pero no es la razón justa para que vayan corriendo, sin
tener cuidado de un accidente. Y en cuanto al aumento del pasaje, no estoy de
acuerdo. Es mentira, además, que la gasolina aumentó, como tú dices que está
escrito en el decreto de la alcaldía. No se han registrado alzas del precio de
la gasolina en este semestre”, enunció Leonardo Montaño, un usuario constante
de las busetas en el Distrito.
Sin
embargo, hay otras personas que están de acuerdo con el aumento repentino del
pasaje en buseta. Apuntan que, si bien fue sorpresivo para muchos y perjudicial
para otro poco más, creen también que es justo en una ciudad como Santa Marta,
que va creciendo cada vez más en extensión y población. Aseguran que el precio
continúa siendo razonable en comparación con otras ciudades, como Barranquilla,
donde las distancias son mucho más largas.
Asimismo, ya era el momento de que
se le cambiaran algunos números a la cifra, pues el pasaje no aumentaba desde
hacía cuatro años, teniendo en cuenta que cada año se le debe sumar 50 pesos al
precio regular.
El pasillo del bus
“Caminen
hacia atrás. ¡Colaboren!”, gritaba el ayudante a voz en cuello, con aquel tono
cómico y circunspecto al mismo tiempo.
Me
escabullí por entre la gente apiñada en el pasillo del bus, mientras aguardaba
no dejar caer el dinero que empuñaba en la mano, y que con segura convicción
pretendía guardar en mi bolso una vez estuviera cómoda en algún asiento… Si es
que lograba sentarme antes de llegar a la parada, claro está.
“Yo que tú no pago”, me susurró una colegiala con rostro
delicado y alegre. Sí, ella y esa frase, tan normal en su esencia, me causaron
mucha gracia. Y es que parece ilógico que exijan un dinero completo por un bien
incompleto.
Entre
los usuarios y los conductores, y aun en las emisoras locales, se escucha de la
llegada de unos nuevos buses para la mejora del servicio en la ciudad. Sin
embargo, se dice también que no pueden hacer llegar esa clase de vehículos
hasta que no reparen todas las calles de la ciudad, las cuales, sin saber por
qué, se registran como ‘aptas’ para esta clase se proyectos. Carlos Pertuz,
mencionado anteriormente, ratifica la falsedad de la afirmación, puesto que él,
como conductor y conocedor de las vías en Santa Marta, cree que se necesita un
ensanchamiento de las avenidas a causa del tamaño de los nuevos buses.
El pago final
Finalmente
tomé asiento en la atestada buseta. Aunque, realmente, para este momento muchos
ya se habían bajado del vehículo, y se alcanzaba a respirar un poco del aire
nuevo que fluía, pues el anterior había sido purificado por la tranquilidad y
la ausencia de los gritos del ayudante… El mismo que se acercaba a paso lento,
y ya me imaginaba para qué.
- - Nena,
ya estás sentada. Págame el pasaje.
- - ¡Pero
qué descaro! ¿Cómo me puedes cobrar, si he venido de pie más de medio trayecto?
Esto
último lo decía sin razón. A la verdad, y en contra de mis razonamientos, había
durado muy poco tiempo de pie comparando con otras veces en las que he llegado
a mi destino, Mamatoco (o Lejostoco, como suelo decir) sin haberme sentado en
los ‘cómodos’ asientos de las busetas.
“No,
la verdad no estoy de acuerdo con el incremento del precio en las busetas. El
servicio es regular, son muy incómodas y pequeñas…”, declaró Rafael Rocha, un
beneficiario del servicio. “Además, para ser una ciudad tan pequeña es mucho el
incremento, aparte de que no abarcan toda la zona urbana”, puntualizó.
Al
menos llegan por donde yo me quedo, al frente del Centro Comercial Buenavista,
donde debía bajarme para luego caminar unas cuadras hacia mi casa. Y,
finalmente, para este momento me iba pareciendo injusto que yo no le pagara
algo, al fin y al cabo es su trabajo.
- Ok.
Te pagaré solo mil pesos.